La crianza y el desarrollo evolutivo ha sido un campo de investigación y estudio de donde se han sacado grandes enseñanzas y aprendizajes con los que poder dotar a las futuras generaciones de un mayor bienestar y una reducción del sufrimiento generalizado.
Aunque es fácil entender a simple vista lo que es un vínculo seguro y de confianza con nuestros allegados, desde el punto de vista de intervención de NAIF, creemos importante poder desarrollar un poco más esta información desde la que nos enfocamos en trabajar.
John Bowlby (1986, 1998) fue un psiquiatra y psicoanalista, que trabajó durante mucho tiempo en clínica infantil y a partir de su trabajo planteó la teoría del apego, la cual muestra la tendencia que tenemos los seres humanos a establecer vínculos afectivos sólidos con personas determinadas durante nuestra vida.
Cuando se refiere al apego y por tanto a los comportamientos que lo definen, se refiere a todo aquello que permite al niño mantener la necesidad de cercanía con sus padres, teniéndolos como una base segura de la que depender cuando necesiten su cuidado, protección o contención, permitiendo a su vez la posibilidad de explorar y experimentar con el entorno. La experiencia que el niño tenga con sus progenitores va a influir en la capacidad futura del niño de establecer vínculos y relaciones con otras personas.
Los niños al nacer están desprovistos de herramientas y capacidades con las que enfrentarse al mundo, por ello, los padres actúan como figuras de referencia y corregulación para sus hijos. Las situaciones a las que nos enfrentamos en la vida son por naturaleza estresantes, algunas tienen una valencia positiva como puede ser una boda, y muchas otras tienen una valencia negativa como puede ser un accidente de coche, una mala nota o simplemente no ser seleccionado en una entrevista de trabajo. Las situaciones generan en las personas reacciones emocionales, pueden ocurrir antes, al avisarnos de que algo va a ocurrir, o pueden ser una consecuencia posterior a lo ocurrido.
Las emociones, que como personas tenemos la capacidad de experimentar, son como sensores, nos dan información de que ocurre, como nos afecta, sobre aquello que necesitamos y cómo conseguirlo. Las emociones no son buenas o malas, todas ellas tienen una función sana y cuando sabemos gestionarlas y trabajar con ellas en conjunto es cuando conseguiremos movernos mejor en las distintas situaciones. Las más conocidas, reconocidas y experimentadas pueden ser el miedo, la rabia, la tristeza, la alegría, la sorpresa…
Por ello las emociones nos guían, nos mueven, y si no sabemos gestionarlas nos sobrepasan. En el caso de los niños, nacen con la capacidad innata de sentir emociones, pero con la escasez de recursos para poder entenderlas, aceptarlas y gestionarlas. Todo este proceso lo llevan a cabo a través del comportamiento y la regulación que reciben de sus padres o cuidadores principales.
Este es uno de los motivos por lo que la infancia es una etapa tan sensible al desarrollo de las personas, es donde se sientan sus bases sobre cómo será el funcionamiento como personas en el futuro. En esta etapa del desarrollo, lo ideal sería poder establecer vínculos de confianza, de seguridad y de protección con los padres y a su vez dotar a los niños de la suficiente autonomía para que puedan explorar y aprender por sí mismos, contando siempre con el apoyo y el cuidado incondicional de sus padres. Estas relaciones con los padres determinan cómo se llamaría el vínculo de apego (cariño) que se establece, en este caso sería un tipo de vínculo con apego seguro. Pero pueden darse diferentes tipos de relaciones o de estilo relacional según las condiciones que encontramos en cada familia: seguro, ansioso, evitativo y desorganizado.
Lo cierto es que lo deseable es que todos estuviésemos dentro del apego seguro, y la realidad es que es muy complejo encontrar personas que solo se identifique con este apego y con estas características en sus relaciones sociales. Esto se debe a la cultura y al desarrollo que hemos ido experimentando como sociedad. Hay pautas educativas y herramientas pedagógicas que han ido desapareciendo, o han sido eliminadas debido a su estudio y a las consecuencias que estas tenían. Venimos de creer en estilos educativos basados en el respeto a la autoridad y a las normas como eje central, siendo un estilo autoritario que genera consecuencias negativas en los niños posteriormente. Durante mucho tiempo, nuestros padres, abuelos, bisabuelos…no han sido educados en las emociones y en sus procesos de regulación, necesitando herramientas como la evitación, que a simple vista ha podido parecer útil y que posteriormente se han demostrado como perjudiciales. Y debido a este tipo de recursos que no han sido efectivos en la resolución de conflictos, se ha utilizado por ejemplo la violencia (psicológica, física, verbal…) dependiendo de cada caso, como herramienta interiorizada para la educación y el cumplimiento de las normas, lo cual tiene unas fuertes consecuencias a nivel estructural en los niños que influirán en la conducta y desarrollo posterior.
Esto por suerte, ha cambiado, seguimos en un proceso de avance y mejora continuo a todos los niveles, como sociedad, como profesionales, y por último como personas. No solo por las políticas publicas y las leyes que protegen a la infancia, sino por la formación y la cualificación de los profesionales que trabajan con familias e infancia, además de por la inclusión de la salud mental como un eje imprescindible en la vida de las personas.
El estilo de apego y los vínculos que generamos son algo aprendido, que, aunque se mantiene estable puede ser reconducido y mejorado a través de los procesos terapéuticos y de autoconocimiento.
Desde Naif, nos proponemos generar vínculos de apego seguro con los niños y niñas, así como con las familias, generando un cambio y mejora en el bienestar de todos ellos. Sirviendo como referente de seguridad y confianza con el que contar a la hora de poder desarrollar autonomía y hábitos de vida más saludables.
Alicia Escolante Robles
Psicóloga en Fundación Naif colegiada Nº M-37458